domingo, 24 de octubre de 2010

PARA ELLA

Cuando mi maestra me dijo que escribiera sobre que le gustaba de ella, pensé y dije “no, no debo escribir sobre que me gusta de ella; sino más bien que le puedo agradecer a mi maestra”. Hoy mientras escribo este artículo pensando en ella solo le puedo dar las gracias. Gracias, por las cosas que en tres años me ha enseñado. Por esos consejos que me dio a la hora de escoger un libro, por amar la literatura, por aquellas obras de teatro que me hicieron salir mis dotes de actor; por las lagrimas que salieron de mis ojos cuando leía y declamaba un poema, por hacerme no un poeta de grandes poemas, sino un estudiante que mostro sus habilidades a la hora de hacer uno, por hacerme leer el periódico los domingos, por aquella carpeta de prensa escuela que me hizo pensar antes de escribir y por hacerme un caricaturista de uno de los mejores periódicos virtuales de la clase.

Tal vez fue cosa del destino haberme encontrado con mi maestra Yolanda López. Recuerdo mucho esas palabras que me dijo, cuando se estaban seleccionando a los estudiantes en formación, el primer día de colegio, para conformar cada uno de los grados de ese año. Yo era nuevo en esta institución. Ella paso por mi lado me miro y siguió de largo; llego al final de la fila y se devolvió hasta mi y me dijo “tu, el de gafitas ven con migo” y yo que era el nuevo de noveno grado, dije entre dientes “me toco con la que mi prima gano el premio de la crónica, has ¿será corchadora, no tal vez no? ¿Será buena profesora?” Y entonces recordé lo que mi abuela me dice “no hay mal que por bien no venga Andrés”.Mientras escribo para ella, confirmo que el destino la puso en mi camino y que ella jugó un papel importante en mi academia, ayudándome a crecer críticamente bien y a como persona.

También es de reconocerle que nunca no dijo no a las cosas. Siempre con una actitud firme y una mirada intrigante; con paciencia y respeto hacia sus pupilos y con una amor a hacia su profesión. Con esa paciencia que no todo mundo tiene a la hora de corregir a alguien y enseñarle el buen camino.

Son palabras de gratitud por qué me ha enseñado los secretos para amar la literatura y por hacer que materialice mis pensamientos en una hoja.

Andrés David Sotelo Forero